El sector crítico está ahí y obviarlo sería una insensatez.
Leo hoy este artículo, en La Verdad de Cartagena, muy simpático y navideño, pese a las críticas. Valoro lo muy experta que es su autora en las zarandajas navideñas, lo cual que según lo he deglutido se me ha ocurrido que aquí tendría sitio. Que no va a ser todo lo de los desmedidos elogios que hacemos los habituales.
Por cierto, habituales, a darle a la tecla, y no miro a nadie, AnónimoMaríaG...
Estos son monigotes de Cortylandia. Cortylandia... (estoy cantando)
Pesadilla antes de Navidad
por Rosa Palo @Ebaezan
Estoy vieja y llorona. Oigo los villancicos en Mercadona y se me
saltan las lágrimas, pero cuando veo el precio del salmón ahumado
entonces sí que lloro de verdad. Y sigo llorando cuando pienso lo
que me espera estas Navidades: las cenas con la familia, el amigo
invisible, las comidas con los compañeros, la función del colegio,
los niños de San Ildefonso, el árbol, Papá Noel, que vienen los
cuñados, que vuelven los amigos, las felicitaciones, que si quedamos
para el aperitivo, los resúmenes del año, la Nochevieja, las compras
de última hora, la tarjeta que echa humo, la cabalgata, los Reyes
Magos y el 'sursum corda'. «La tregua de las fiestas», leo. ¿Tregua?
Esto es la guerra, amigos.
La juerga aún no ha empezado y ya tengo pesadillas antes de Navidad:
sueño con Naomi Watts diciendo «Mi encanta» mientras la arrastra una
ola de turrón blando y las burbujas de Freixenet cantan la canción
de Cortylandia. En el desayuno, mi hijo me da la carta para los
Reyes Magos: es más larga que la guía telefónica. Añade un anexo con
los regalos marcados en el catálogo de juguetes. «Para que no se
equivoquen este año», me dice. Las tira con bala, el tío. Y mi
santo, feliz, remata: «Pues el 25 comemos todos en casa». Eso, que
donde caben tres caben treinta y uno. Me desmorono sobre las
tostadas. Que me agobio por nada, dice. Que cortamos un poquico de
jamón, abrimos unas latas y ya está. Ganas me dan de llamar a
Alberto Chicote para que lo ponga en órbita (y, de paso, que me
renueve la cocina). Tras soltar la bomba, se acaba el café y se va a
montar el Belén, ese Belén de serie B donde el niño Jesús es más
grande que los camellos, mientras tararea 'Campana sobre campana'. Y
lloro de nuevo por no haberme casado con un ateo radical y porque ni
sacando los vasos de Nocilla tengo cristalería suficiente para tanta
gente. Y me sueno los mocos y me voy a comprar palometa ahumada y a
pedirle sillas a la vecina. Si ya lo dice mi suegra cuando llegan
estas fechas: «Me acostaba ahora y me levantaba el 7 de enero». Y
yo. Pero seguro que si me duermo sueño que me ahogo dentro de una
lata de melocotones en almíbar.
martes, 18 de diciembre de 2012
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4 comentarios:
De Cartagena? Si es que todoo lo que sale de ahí es la bomba!
Y a veces hasta submarina, ciertamente.
De sector crítico nada monada. La vida misma. Que la Navidad es una cosa y los líos que nos montamos con la celebración otra. Anda que no hemos vivido todos sainetes como el del artículo.
Que si carne no, pero pescado tampoco. Que si manteles buenos o de usar y tirar. Que si yo paso y compro todo congelado que no tengo ganas de cocinar. Pues yo cocino que me relaja mucho. Que si los niños en mesa aparte y que la lien pero lejos. Que si los niños con notros y así comen mejor. Que si villancicos de fondo para dar ambiente, que si menudo palo villancicos toda la comida.
Por no tocar la dificil elección del modelito o las discusiones acaloradas -y ya chisposas- de sobremesa, sean sobre el barsa, sobre el gobierno o sobre el reúma la tía Pepa.
Jo, pues no sé qué decir, la verdad. Casi prefiero todo ese jaleo, sin que llegue la sangre al río por supuesto, a nuestras navidades sosas, lo reconozco, porque vamos quedando cada vez menos.
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