A estas horas, Jaime estará aún con cierto empacho después de engullir roscón de Reyes como si lo fueran a prohibir.
Jaime es el chico que trabaja en la mercería de mi calle. Todo un profesional de la venta: habla por los codos, se maneja con las clientas mejor que su madre-jefa, les da la razón en todo y le vende una gabardina a Tarzán si es preciso. Jaime tiene una debilidad en su vida gastronómica: el roscón de Reyes.
- Un año (afirmaba sin pudor) no comí. Me puse morado de roscón en el desayuno y a la comida no pude llevarme nada a la boca. Pero estaba tan bueno...
Desde entonces, cuando se acercan los Reyes nos acordamos de él. ¿Habrá encargado Jaime ya su roscón? Mira que si se queda sin él...
Hay que decir que yo le comprendo un montón. La culpa de todo la tiene Miguel, el panadero, que fabrica unos roscones para empezar y no parar.
¡Ñam, ñam, ñam!!