Hoy (no) es un día especial

La luz del amanecer de hoy en Ain Karem parece indicar que es un día especial. A esta temprana hora hay que buscarse el pan, como cada jornada –“no importa que sea Nochebuena”–. Aunque, en realidad, él sabe que sí, que la familia espera disfrutar de la venida del Niño Dios. Belén no está tan lejos, habrá que pasar el checkpoint –una frontera más que nos divide–, y quizá podamos comer algo antes de que el milagro vuelva a ocurrir.

Somos los pastores del siglo XXI, los primos de María que recibieron su visita hace unos meses; no queremos dejar a José solo atendiendo el parto. ¡Solo! Pero si al ponernos en camino nos avisan de que vienen peregrinos de todo el globo.

Al llegar, nos unimos a una fila interminable. La conforman gentes de todas razas, sanos y enfermos, grandes familias y aves solitarias. Bajo el dintel de la puerta una señora con una sonrisa nos invita a entrar. Es una sala con largas mesas y numerosas sillas. En todos los sitios, un plato. No nos han pedido acreditación. Es de verdad. Las monjas acogen en su casa a quien lo necesite. Comer caliente es nuestro regalo de Navidad.

Más allá, cuando anochece, otro gentío. La residencia de los franciscanos, custodios de Tierra Santa, ofrece cobijo al necesitado. Cogemos sitio –ellos sí dan posada– para pasar la noche. Corriendo nos vamos al portal a adorar al Niño. Piel tersa, mejillas sonrosadas, sueño y hambre permanente. Creíamos que éramos nosotros quienes veníamos a dar y a acompañar y somos los que hemos recibido. Es Él. Hoy y siempre.

Hay muchas personas que están dando el callo todos los días del año, disponibles 24 horas al día para el prójimo. En Belén y en nuestra ciudad, no hace falta irse muy lejos para encontrarlas. Sirva como pequeño homenaje y, si vale, para que nos acordemos hoy en especial. ¡Felices Pascuas a todos!