sábado, 20 de diciembre de 2014

Dedicado a los que trabajan los domingos, por NDAP

Sobre todo los del Corte, con el soniquete de Cortylandia abrasándoles las orejas.
Recupero un artículo del magnífico periodista Rafael Martínez Simancas, cuyas sensatas humoradas tanto echamos de menos, dedicado a un asunto muy, muy navideño. Leed y veréis.

Oficio de paje

El mundo se divide entre los que hacen paquetes y los que los abren con cierta ansiedad de caníbal acelerado. Siempre que me preguntan: "¿Se lo envuelvo?" respondo sí porque aunque sea un bolígrafo sólo por contemplar el arte de envolverlo, que a su vez resulta un tratado de papiroflexia cotidiana. A veces es mas valioso el envoltorio que el objeto que va dentro, a Unamuno le gustaba la cocotología y escribió un tratado sobre ella.




Las bolsas y las prisas, (¡innecesarias prisas!), le han hecho mucho daño a los paquetes que contienen los regalos. Por supuesto hay que desconfiar de aquellas personas que te espetan en la cara que como no tenían tiempo no han podido mas que meter un libro dentro de un sobre y te lo dan con la urgencia de entrega de un cartero. No existe el oficio de hacedor de paquetes y doblador de cosas pero debería crearse porque se va a perder una tradición comercial muy antigua, (igual que se perdieron los pendolistas). De pequeño recuerdo el mimo con el que el pastelero envolvía la ensaimada que compraba mi madre para que la comiera en el recreo, aquel hombre sabio había trabajado desde la masa al envoltorio pasando por el agua y calibrando el tiempo del horno, era un artesano completo. Su habilidad con las ensaimadas competía con la destreza de mi madre a la hora de forrar libros, otra costumbre caída en el olvido.
A estas horas, en alguna cueva escondida, los pajes trabajan sin descanso envolviendo regalos para personas que no conocen. Los Reyes Magos tienen la misión de acertar con las peticiones que han recibido pero los pajes tienen la obligación de poner la magia a un paquete de cartón y además, dejarlo junto a la chimenea. Un paquete cuesta mucho hacerlo pero se puede abrir
de mala manera en poco tiempo y cargarse el momento porque regalo es también el envoltorio, el que no lo quiera ver es muy torpe. Ahí se demuestra el cariño del paje real que teniendo solo una noche, (la de hoy), no escatime su tiempo con tal de que el lazo quede bonito y en la dirección adecuada.
Los que abren paquetes a lo bruto no tienen en cuenta el tiempo que les han dedicado. Hasta un niño pequeño retira el papel con sumo cuidado para no estropear lo que intuye que está dentro. Al contrario que los Reyes Magos los pajes no tienen nombre, la historia les relegó como secundarios sin frase pero si no es por ellos esta noche en lugar de regalos les iban a dejar un acuse de recibo y el horario de la oficina de Correos para que se pasen a recoger el envío. En sus manos quedan depositadas nuestras esperanzas aunque sea el socorrido y tradicional paquete de calcetines de todos los años.

3 comentarios:

Dulcinea dijo...

Y añado: a los niños pequeños a veces les gusta más el envoltorio que el contenido.

Carmela dijo...

Buen post.
Me encanta detener la mirada en las manos y los ojos ilusionados cuando los seres queridos abren un paquete.
Una ilusión que se convierte en alegría cuando les gusta el contenido, aunque sea un bolígrafo.
Feliz Navidad
Un abrazo.

Altea dijo...

Ah, pues yo soy de las que van con cuidadín, cuidadín, al desenvolver. No entiendo lo de estropear el papel a lo bestia.
El otro día me llamaron de una agencia de empleo para envolver regalos. Lamentablemente, mi problema en las manos me impidió aceptar la oferta. Pero me he sentido muy identificada en este post.