jueves, 18 de diciembre de 2008

La abdicación de un Progresista durante la primera Navidad por Peter Pan

Yo soy un progresista, pero un progresista con mucha responsabilidad, soy ni más ni menos el Rey de un país muy conflictivo, consigo mantener la independencia a pesar de que una potencia muy poderosa que nos tiene colonizados, mantengo buenas relaciones tanto con los rabinos como con los publícanos.

Todos comprenderéis que a veces tengo que tomar decisiones que para otros serían inmorales, mis asesores me habían advertido del riesgo de que se produjera un acontecimiento, que acabaría con mis buenas relaciones con la potencia colonizadora enfrentándome así con la opinión pública, acababa de nacer un revolucionario que con sus extrañas teorías iba a subvertir el orden establecido que tanto me cuesta mantener.

Señores del Sanedrín entenderán ustedes que no tuve más remedio que en aras de mi superior obligación sacrificar a unas cuantas criatura entre las cuales estaba seguro se encontraba el alevín de revolucionario, no encontré ningún problema en hacerlo ya que de todos es sabido que hasta el año de edad las criaturas no son personas.

Hoy me encuentro ante ustedes para presentar mi abdicación, porque no he sabido estar a la altura de mi alta misión…

Cuando satisfecho por haber acabado con todas las criaturas recién nacidas de mi reino, dedicándome a mi deporte favorito la caza, me crucé con un matrimonio que se dirigía hacia la frontera de Egipto, montados en una mula.

Al verme trataron de ocultar entre sus ropas lo que yo pensé que se trataba de alguna clase de contrabando, uno de mis lacayos les detuvo y les confisco el fardo que llevaban tras entregármelo lo abrí y he aquí que me encontré con un niño recién nacido que no se como se había librado de ser sacrificado como yo había ordenado.

Este Niño en lugar de llorar o asustarse me dirigió una mirada de inmenso cariño como si me conociera desde siempre, yo no era un extraño para el formaba parte de su familia y sentí un amor que nunca había sentido por nadie.

Señores del Sanedrín, no soy digno de mi alta misión, no soy un buen progresista, no tengo más remedio que abdicar.

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