La mamá que le cuenta al niño que uyuyuy, qué miedo le da, que no le gusta cuando sale ese lobo, que fíjate tú que mal, el lobo, qué gran turrón, colándose entre las muñecas de Famosa, que se dirigen, con ese paso torpe, corto y japonés, al Portal, luego el Ibertrén, los polvorones de La Estepeña o los Tentes que tanto cautivan al niño.
El niño que juega a su aire con los muñequitos, los coches, los indios y los vaqueros, el Fort Apache y una jaula de tigres y panteras que nunca tuvo sentido: cómo enjaular un tigre entre barrotes de plástico blandito. La caseta de la gasolinera con puertas de cristal y aluminio de auténtico plástico, en la que ahora está encajando el techo plano que tanto le gusta, aún no lo sabía, tan racionalista y tan de Sert pero sin saber, cuando arranca el soniquete.
Y no es soniquete sino alarma, y el niño corre hacia la madre que está pegándole los botones de la bata o ese dichoso bolsillo que cada viernes trae arrancado, salta sobre el sofá y le tapa, como buenamente puede, los oídos y los ojos, mientras le dice que no tenga miedo, que el lobo pronto se irá y que no pasará nada si no lo mira.
Y el lobo volvía, pero nunca pasaba nada, porque uno estaba alerta.
El niño que juega a su aire con los muñequitos, los coches, los indios y los vaqueros, el Fort Apache y una jaula de tigres y panteras que nunca tuvo sentido: cómo enjaular un tigre entre barrotes de plástico blandito. La caseta de la gasolinera con puertas de cristal y aluminio de auténtico plástico, en la que ahora está encajando el techo plano que tanto le gusta, aún no lo sabía, tan racionalista y tan de Sert pero sin saber, cuando arranca el soniquete.
Y no es soniquete sino alarma, y el niño corre hacia la madre que está pegándole los botones de la bata o ese dichoso bolsillo que cada viernes trae arrancado, salta sobre el sofá y le tapa, como buenamente puede, los oídos y los ojos, mientras le dice que no tenga miedo, que el lobo pronto se irá y que no pasará nada si no lo mira.
Y el lobo volvía, pero nunca pasaba nada, porque uno estaba alerta.
9 comentarios:
TopLetrado, MariChunga y Atiza, os la paso a vosotros tres: el que pueda, que la lance, ¿vale?
¡Que bonito cuento pinista!, me he acordado de cuando era peque.
A sí que te daba miedo el loboooo, con esa música tan pegadiza y encantadora... o ¿esque lo que no soportabas era su torrón?
Oyes, pianista... que no has firmado... unque, la verdad, eres inconfundible ja, ja.
Siempre somos peques, Myriam!!!
Uy, es cierto, la firma, AnónimoMaríaG, lo arreglo ahora mismito...
El niño protege a la mamá porque a su vez se siente protegido por ella; y es que la mamá le protege a él.
Ambos están a salvo de cualquier lobo que les aceche.
Dulcinea, así debe de ser.
Pinista, sí simepre seresmos Peques y cuantos más años pasen más o eso espero:)
¡El Lobo! ¡Qué gran... anuncio!
A lo mejor ahora también los hay buenos, pero como paso tanto de verlos, ni me entero.
Todo contribuía a esperar con ansia la Navidad. También estas tonadillas, que daban ambientillo familiar.
¡Jo, Pianista! Que cuento más bonitoooo...
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