EL NIÑO

Siempre tuve ganas de tener un Niño en casa. Lo busqué por todas partes, incluso en Nápoles, cuna de los Belenes. También en Madrid donde están las mejores tiendas de ornamentos religiosos. Nada. Algunos tenían cara de Nenuco, otros ojos medio bizcos, otros desproporcionados. Otros imitando a las figuras del gótico, muy severas. ¿Tan difícil iba a ser? Y mira tú por donde, a la Mama-de-la-Dulci le llega a las manos un Niño Jesús destrozadito. A alguien se le cayó al suelo, se le rompió y lo escondió. La pobre figura tenía la cabeza rota pegada con adhesivo, los deditos rotos, parte del pañal partido. Un desastre. Aquí podeis ver cómo estaba la Criatura.

Pero lo llevamos a un restaurador, en Madrid, que lo dejó perfecto y nos lo mandó a casa por mensajería. Aquí podeis ver cómo está ahora restaurado, bonito, y contento. Tiene los ojos más bonitos que he visto nunca en un Niño. Una vez aquí, le llevamos a la Parroquia y el Pater nos lo bendijo. Lo hemos puesto en el comedor, en un sitio de honor, como corresponde. Después de "curarlo" ha quedado mejor que los nuevos. El caso es que este Niño lleva en la familia cerca de noventa años (lo certificó el restaurador cuando lo vió). Y lo que le queda a partir de ahora. A veces lo cojo como si fuera un bebé y le achucho y le doy besitos. El Hermano-de-la-Dulci me decía esta tarde no lo ahogues. No se si seré capaz de guardarlo en un armario cuando pase la Navidad.