miércoles, 1 de diciembre de 2010

La dulce espera, por JuanLuís

Ya se palpaba la Navidad en el ambiente. Se hacían plenamente reconocibles los signos que traían a la memoria los alegres recuerdos de esta fiesta tan entrañable.

En el camino al trabajo, el saludo a Rosa, la castañera, era una cortesía debida gracias al aroma que regalaba. Durante el invierno hispalense, la flor de la jacaranda hacía acto de presencia y enfundaba de azul las ramas de los naranjos aún reventando de frutos. Era como si un pintor puntillista hubiese rescatado de su paleta el brillo necesario para dejar en la escena real un toque propio, un obsequio personal e íntimo de la Navidad sevillana.

La víspera de la Inmaculada buscaba, con la ayuda de los más pequeños de la casa, las figuras que añadirían al Belén. Mientras tanto, la abuela amasaba los dulces típicos de receta ancestral: alfajores, mazapanes, pestiños, roscos de vino y mantecados. Con unos pocos modestos ingredientes y dos primorosas manos que irradiaban amor se hacían realidad esas delicias para el paladar. Después de aprovechar bien la jornada, a la recreación de la estampa más venerada durante los siglos no le faltaba detalle. Destacaba una improvisada cuna vacía; hasta el nacimiento del Niño Dios, preparaban sus corazones para recibirlo: ofrecían pequeños detalles cotidianos que daban significado a la vida, grandes anhelos que cumplir.

Escribía e iba recibiendo “christmas” con felicitaciones por las Pascuas venideras: trataba de dedicar a cada familiar, a cada amigo, unas sinceras palabras cargadas de Fe y Esperanza ante el milagro que iba a acontecer en el umbral del día 25 de diciembre. Porque todo se quedaba en nada con respecto a lo que sucedería, pero sólo cobraba pleno sentido a los pies de un humilde pesebre.

7 comentarios:

Nodisparenalpianista dijo...

Pone, al final, publicado por mi, pero es todo falso. Yo sólo he sido el artesano pegacromos. Todos los hurras para JuanLuis.

Nodisparenalpianista dijo...

Qué bien huele esa Navidad sevillana de polvorones y naranjos, de las manos que amasan y de la cuna que espera.

Dulcinea dijo...

Entrañable y bonito lo que nos has escrito, Juan Luís.

Cada año, cuando monto el Belén, no puedo dejar la cunita vacía, no sé, no puedo. Aunque el Niño llega el 25, en casa está antes.

Mmm, el olor de Sevilla a naranjo y a azahar y a jazmín...

Altea dijo...

Pues a mí el olorcillo que me ha llegado ha sido el de la castañera Rosa. A unas vísperas de navidad sin castañas asadas les falta algo. Y en el frío Valladolid, con la bufanda hasta los ojos, más.
Yo siempre he admirado y sigo haciéndolo, claro, a los que saben escribir felicitaciones de navidad como Dios manda. Es un arte. Yo me pongo delante de la tarjeta y tardo ¡horas! en escribir alguna cosa que sirva para algo.

Anónimo dijo...

Je,je, Pianista, no hacia falta la aclaración del primer comentario.No te irrites pero digamos que... sabíamos que no lo has escrito tú.

Juan Luis, muy bonita tu entrada, a mi me ha parecido como un cuadro que describe un paisaje lleno de aromas entrañables.

Atiza dijo...

Oye JuanLuis, esta entrada tiene textura, olores, sabores, colores. Espera, que cantará mi coro un Villancico en el portal y completamos con acordes.
Me quedo con el color de la jacaranda. (Pianista anota esta palabra)

Nodisparenalpianista dijo...

Anoto, anoto.
Y ya puestos, madreselva, el olor y el color. Madreselva mola mucho.